Los ojos de la milpa* es una memoria comunitaria en la que se ha capturado, mediante imágenes y voces grabadas, un momento de transición en el vertiginoso devenir de estos tiempos. Ha sido creada en algún lugar de las montañas de la Sierra Norte de Oaxaca, México, en donde los abuelos cuentan a los jóvenes que, hace muchos años, el maíz se sembraba de otras maneras. Los jóvenes escuchan estas historias mientras ven, en sus propios campos, cómo la milpa ya no es capaz de crecer sin fertilizantes químicos, ni de sobrevivir sin pesticidas sintéticos. Convive en ese lugar un ritmo precioso, que tiene que ver con el paso de las estaciones, con una presión creciente por producir, por sacar de la tierra no solamente sustento sino también cada vez más provecho.
Hay en la milpa nuevos personajes: allí, en Santa María Tlahuitoltepec Mixe, Oaxaca, han aparecido recientemente los árboles de durazno. Se trata del sistema MIAF (Milpa Intercalada con Árboles Frutales), una propuesta de manejo agroforestal que forma parte del Proyecto Manejo Sustentable de Laderas (PMSL), desarrollado originalmente por investigadores del Colegio de Posgraduados en Agronomía en Chapingo, México. Uniéndose a los cultivos tradicionales, el maíz, el frijol y la calabaza, el sistema MIAF introduce en la milpa los árboles frutales, que cumplen con diferentes funciones. Al formar una barrera viva, ayudan a conservar el suelo y a frenar la erosión de las tierras, ya que los cultivos en Tlahuitoltepec se encuentran principalmente en laderas. Contribuyen a la captura de carbono: una estrategia importante en un contexto de cambio climático. Finalmente, constituyen una fuente de sustento e ingresos para los agricultores y sus familias, quienes consumen o comercializan los frutos, en este caso, los duraznos. Con los árboles y sus beneficios viene, sin embargo, un cúmulo de conocimientos, prácticas y tecnologías novedosas, que implican un arduo proceso de aprendizaje, un aumento de las labores en la milpa, y el peligro de una mayor dependencia de insumos externos.
En este escenario, Los ojos de la milpa es una experiencia que busca congelar y mostrar un tiempo en el que lo nuevo y lo viejo coexisten de forma tensa. Durante un ciclo de cultivo, familias de los ranchos Juquila y Santa Ana utilizan teléfonos celulares tipo smartphone para capturar imágenes y grabar sonidos de todo lo que sucede en la milpa, publicándolos en este sitio web. Comparten así sus conocimientos, sus inquietudes, sus formas de hacer y de pensar. Se hacen presentes, y así nos presentan su historia, la de sus vidas, desde una comunidad que resiste a la vez que se transforma. Dejan aquí, con sus propias palabras y puntos de vista, el testimonio de un momento crucial, en el que se siente la urgencia de encontrar un balance entre naturaleza y tecnología, entre cultura y productividad.